El vino está de moda, y ser un entendido es algo que a cualquier aficionado le gustaría. Por eso hemos buscado un experto que nos pueda enseñar a ser unos buenos catadores. Y para que no falte de nada hemos hecho una selección de los mejores y más fiables utensilios imprescindibles para la aventura del color, el olor y el sabor.
Para empezar conviene saber que la cata de vino tiene diferentes fases que originan distintas sensaciones. La primera es visual, la segunda es olfativa y la tercera, gustativa.
La creencia popular está convencida de que catar unas botellas de vino es algo reservado a olfatos y paladares exquisitos que solo tienen algunos privilegiados.
Pero la realidad es que, como siempre dijo el prestigioso, aunque ya fallecido, enólogo, escritor e historiador del vino, Renato Ratti, el arte de la cata no es solo para unos pocos.
Ratti aseguraba que todos podemos catar un vino si aprendemos las técnicas básicas, y eso es lo que vamos a intentar en estas líneas.
Antes de entrar en materia resulta imprescindible saber que solo se puede hacer una buena cata de un vino si nos aseguramos de que está en su temperatura idónea. Porque tanto el calor como el frío distorsionan completamente su sabor.
Y para no equivocarnos puede ser muy útil esta guía genérica de temperaturas que ha elaborado la OCU.
Aunque debemos dejar claro que sobre gustos no hay dogmas, y cualquiera puede afinar los grados a su preferencia.
La temperatura del vino, como todas, se comprueba con un termómetro.
Y aunque después de la pandemia nos hemos hecho expertos en termómetros, para el vino no vale cualquiera. Es más, la elección se reduce dos modelos muy distintos.
El más cómodo es el termómetro de cincho. un termómetro de contacto que es flexible, se coloca alrededor de la botella y tiene una pantalla que indica la temperatura.
El más tradicional es el termómetro de contacto, que suele ser muy largo para que lo introduzcamos en la botella y mida la temperatura en contacto con el líquido.
Propiamente dicho, la cata es una suma de pasos o momentos encadenados que está organizada para percibir distintas sensaciones.
En concreto, la cata cuenta con tres fases diferentes que tienen un orden fijo:
Tal y como aseguraba Ratti, el aspecto de un vino “está vinculado a la limpidez, al color, a la viscosidad y a la eventual efervescencia”. Y para valorarlo, durante la cata debemos examinar su limpidez (su transparencia o ausencia de sustancias en suspensión) y su color.
Suena muy sofisticado, pero se hace de una manera sencilla en un par de pasos:
De esa nitidez en la forma obtendrá una calificación que entre los expertos se denomina con la siguientes palabras, que seguro le ayudarán a quedar como experto ante sus amistades:
El vino puede ser brillante, límpido, velado, opalescente y turbio, siendo brillante la clasificación más transparente y turbia, la menos.
Si el vino no está límpido pero queremos mejorar su transparencia para consumirlo lo antes posible, necesitaremos usar un decantador.
Esta herramienta sirve para decantar, es decir trasvasar el vino de la botella a otro recipiente, como el aquí propuesto.
El objetivo de este proceso es eliminar los posos, que suelen encontrarse sobre todo en los vinos más viejos.
Y si le queremos sacar el mejor partido a esta operación, un consejo importante:
Es el siguiente paso de la cata, una vez que hemos valorado la limpidez.
Y como hemos visto mil veces en restaurantes o en películas, este paso se realiza mirando el vino en la copa sobre un fondo blanco.
En este momento, las sensaciones visuales que debemos examinar son la vivacidad, la transparencia, la intensidad y la tonalidad.
La vivacidad o el color en los vinos tintos está relacionada con el grado de acidez del vino. Los vinos muy ácidos presentan más color, y los escasamente ácidos se presentan descoloridos por lo general, con la excepción de algunos vinos jóvenes.
En cuanto a la intensidad, se debe a varios factores, como el tipo de uva (algunas son más ricas en materia colorante que otras), al terreno, al grado de la uva en el momento de la vinificación o al propio proceso de vinificación, entre otras cuestiones.
Según el enólogo Renato Ratti, esto es lo que deberíamos diferenciar en un tinto:
Y esto es lo que deberíamos diferenciar en los blancos:
En los vinos rosados podemos encontrar los colores rosa pálido, rosa, rosa antiguo y rosa cereza.
Aquí sí necesitamos un poco de preparación y mucha atención.
Un buen catador debería tener buenas facultades naturales de percepción olfativa y gustativa. Y cuantas más, mejor. Pero no es imprescindible.
Sólo se dificulta mucho en determinadas etapas de la vida, como la senectud o el embarazo. Y en estos casos hacer una cata objetiva es cuasi imposible, ya que estas facultades están distorsionadas.
Pero salvo esas situaciones, para el resto será muy útil saber que en este paso la cata tiene dos momentos:
Es la más habitual y seguro que lo ha hecho mil veces aunque a lo mejor no sabe muy bien para qué.
Lo primero es hacer rodar al vino por la copa para que la fuerza centrífuga haga subir el liquido por las paredes de la copa. Con esto logramos evaporar el velo del vino, que es una capa de levadura que se forma sobre la superficie de esta bebida.
Un buen truco para ejecutar esta fase es levantar la copa hasta la altura de los ojos, después bajarla y enseguida volverla a levantar otra vez para que al mirarla podamos apreciar todos los matices del vino, la intensidad de su color y la eventual presencia de burbujas o espuma.
El segundo paso de la fase olfativa es una aspiración gustativo-olfativa que sirve para identificar sus perfumes en profundidad.
El modus operandi en este caso es introducir en la boca una pequeña cantidad de vino y retenerlo para hacer la aspiración.
Saborear es el último paso de la cata.
Sirve para valorar la intensidad (la fuerza de los sabores), el cuerpo (su densidad y consistencia), la armonía (el equilibrio de sus componentes) y la persistencia (la duración de los sabores en boca).
En la fase gustativa se diferencian tres etapas: el ataque, la evolución y el final de boca.
El ataque es la primera impresión. Son las sensaciones que destacamos en boca los dos o tres primeros segundos con las papilas gustativas que se encuentran en la parte inicial de la lengua.
La evolución es el segundo paso de la fase gustativa. Se analizan las texturas con la parte media de la boca.
El final de boca es el tercer paso. Durante el mismo se analizan los sabores que siguen presentes tras el trago, a posterior.
Existen otras accesorios para ahorrar tiempo durante la degustación del vino, como el sacacorchos, el cortacápsulas o el enfriador.
El cortacápsulas, por ejemplo, sirve para hacer cortes precisos y limpios en las cápsulas de vino (el elemento que está situado en la parte superior de la botella y sirve para proteger el corcho).
Este que aquí proponemos está fabricado en acero inoxidable, entre otros materiales, y cuenta con unas cuchillas bastante afiladas.
En resumen, es un utensilio concebido para ahorrar tiempo y esfuerzo.
Los profesionales utilizan modelos similares a este de la marca Barvivo, que cabe en el bolsillo y permite sacar hasta los corchos más largos y frágiles, tanto naturales como sintéticos.
Fabricado en acero inoxidable de alta calidad. Su mango, sin embargo, es de madera, y su cortador, de aluminio.
Existen opciones mucho más sencillas que el sacacorchos convencional (manual) para los menos diestros, como este modelo eléctrico de la marca Stone TH.
Permite abrir botellas en segundos y, por tanto, resultan apropiadas para las grandes celebraciones.
Contar con una funda enfriadora o nevera de vino es una buena ayuda, ya que sirven para mantener la temperatura del vino una vez que la botella ha llegado a la mesa.
Gracias a ella, una vez conseguida la temperatura ideal del vino basta con colocarlo en la funda enfriadora (que previamente debe haber pasado por el congelador).
También están los enfriadores eléctricos, que permiten mantener la temperatura por más tiempo. Su modo de funcionamiento es similar al de la funda enfriadora tradicional, y solo hace falta colocar la botella de vino a su temperatura ideal, en este utensilio.
El aquí seleccionado es de acero inoxidable mate y se enchufa a través de USB, contando además con luces decorativas LED. Es compatible con botellas con tamaños estándar.
Airear significa trasvasar el vino de la botella a otro recipiente con el objetivo de que respire, o lo que es lo mismo, de que se oxigene al entrar en contacto con el aire.
Al hacerlo, en los vinos viejos se consiguen eliminar los posibles aromas que se puedan haber desarrollado a causa del encierro del líquido durante su crianza en la botella.
En el caso de los vinos jóvenes se logra suavizarlos de su «dureza juvenil».
Este utensilio se llama vertedor y resulta practico cuando se abre una botella que no va a consumirse en un corto plazo. Por ejemplo, cuando se guardan los vinos en la nevera después de catarlos con el objetivo de consumirlos al día siguiente, o cuando una persona vive sola y tan solo quiere disfrutar de una copa de vino.
El vertedor evita que el vino tenga una exposición prolongada en oxígeno, asegura un flujo suave al servir y, por último, mantiene el vino fresco entre dispensaciones.
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Última actualización el 2024-05-12 at 06:20 / Enlaces de afiliados / Imágenes de la API para Afiliados
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